¿Papel o digital?
Hace unos días, de visita en casa de unos amigos a quien hace tiempo no veíamos, estuvimos hablando de mapas. Alfons, exbombero de la Generalitat de Catalunya en el Grupo de Actuaciones Especiales de Montaña (GRAE) y Araceli, alpinista experimentada de nuestro país, son grandes aficionados a la montaña, y ya sea por trabajo o por ocio, los dos son grandes consumidores de cartografía. Su opinión me interesaba y la conversación giró alrededor de la dicotomía papel y/o digital.
Por el uso que ellos hacen en la montaña, Araceli y Alfons escogen el papel. Y lo hacen con argumentos de peso, que van más allá del romanticismo que llevan implícito los mapas de papel, ya que según dicen, éstos son más eficaces que los digitales a la hora de orientarse y de tener una visión global del territorio. Perderse en la montaña puede tener graves consecuencias y, por lo que ellos comentan, han sido testimonios de situaciones donde la gente se ha perdido todo y llevar un mapa en el teléfono móvil, porque han sido incapaces de interpretar los cambios de escala u orientarse correctamente, cosa que parece más fácil de conseguir con las versiones de papel.
Ciertamente, además del placer que supone entrar en una librería especializada y ojearlos, los mapas de papel tienen otras ventajas. No necesitan conexión a internet ni ningún otro dispositivo (con suficiente batería) para poder consultarlos, por lo que se puede hacer en cualquier sitio y momento. ¡Sólo esto ya es un buen argumento si conocemos las leyes de Murphy! Además, tal y como defienden Araceli y Alfons, los mapas de papel son excelentes para mostrar los límites de un área y sus zonas cercanas, permitiendo el análisis del conjunto de una manera mucho más sencilla en comparación con la cartografía digital.
Sin embargo, sería absurdo obviar que la digitalización de mapas ha aportado muchísimas cosas interesantes a la cartografía: la posibilidad de acceder de una manera rápida y económica; se pueden almacenar sin ocupar espacio físico; la información que se puede presentar es substancialmente superior a la de los mapas en papel; se pueden actualizar mucho más rápido, ofrecen la posibilidad de trabajar con cambios de escala, incorporan funciones adicionales como la geolocalización o la navegación…El papel puede ganar en algunos aspectos, pero es evidente que la cartografía digital tiene muchas más posibilidades.
Al fin y al cabo, lo cierto es que ninguna de las dos opciones garantiza la imposibilidad de perderse en algún momento. Así que escoger el formato de un mapa es, a parte de una decisión funcional y de necesidades, una cuestión de gusto. Y hay a quien, para no perder la versatilidad y el placer del papel, se queda con los mapas de papel de toda la vida, y en cambio otros, optan por la comodidad de llevar volúmenes ingentes de datos en el bolsillo disponibles con un solo clic.
Aleix Anducas. Director de negocio